Por: Nélsido Herasme
El
gobierno, sus funcionarios y las bocinas a su servicio no encuentran la fórmula
de cómo poner a madurar la marcha verde para que gotee. Desde un principio, y a
partir de la primera que se hizo el pasado 22 de enero de este año, “la
aplaudieron por el grado de orden y civilidad exhibidos en ella”, pero luego,
al ver que la lucha y la protesta en contra de la impunidad y la corrupción tomaban
fuerzas el gobierno y sus medios iniciaron su satanización.
Hoy
dicen que la marcha es dirigida por los partidos de oposición, antes habían
expresado que los generadores eléctricos estaban detrás de ella y que en su
seno hay personas sindicadas como corruptas y, por últimos, que la misma se
está tornando subversiva, porque desde ella se pretende desestabilizar el orden y al
gobierno.
Soy
de los que entienden que todos los argumentos esgrimidos en torno a esta forma sencilla
de protestar no tienen asidero, por tanto no hay valladar que la detenga.
Los escarceos y la preocupación de peledeistas
enquistados en el poder se desprenden porque su paso arrollador apunta hacia
las autoridades oficiales para que pongan freno a los actos de corrupción que
se suscitan unos tras otros en la actual gestión que encabeza el Partido de la
Liberación Dominicana.
Es
la misma entidad política que formó Juan Bosch la que ha sido permeada por una nebulosa corruptiva.
La
misma organización que creó el presidente Bosch, desde donde uno de sus adeptos
llegó a dividir el país entre “corruptos y peledeistas”.
Es
el propio PLD el que vendió orden, disciplina y honestidad el que ha caído en
la trampa de sus propios principios.
Es
el cuerpo del partido de los morados el que se ha llenado de llagas, como
consecuencia de las acciones indelicadas y perversas, practicadas desde el seno
de los gobiernos ejercidos en los últimos 15 años.
Los
peledeistas ahora con el agua en el cuello no hayan la forma de complacer a los
verdistas que al parecer no tienen pensado detener la marcha.
El
gobierno de Danilo Medina prefiere jugar a lo mediático y a través de sus
resortes judiciales no tomar la sartén por el mango y someter a los corruptos del pasado, porque los suyos se
irían de encuentro.
Ahora es más que evidente la
desesperación del gobierno, que busca criminalizar las protestas pacíficas
contra la corrupción y la impunidad, a través de acciones ilegales encabezadas por
el Ministerio de Interior y Policía y de detenciones policiales, como el
reciente caso del movimiento popular “Los Peregrinos de Moca”, donde uno de sus
cabezas visibles fue apresado bajo el alegato de posesión de drogas.
Una cosa decimos, si no hay sanciones en el país para la
delincuencia política vinculada al caso Odebrecht y otros eventos corruptos, el
gobierno puede dar por seguro que las calles
de la República seguirán pitadas de verde.