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FAMILIA MEJIA ARCALA SE MANIFIESTA ENCONTRA DEL ABORTO

ENFOQUE
¡Qué miedo tengo…!
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Conchita Cabral de Arcalá y Mario Arcalá Cabral
Santo Domingo
Comprendan grandes señores, que el aborto, por definición, es un crimen catastrófico, de naturaleza tan vil, cobarde y execrable, que en ninguna de las lenguas que hablan los hombres se le ha podido comparar con alguna otra acción con la que tenga similitud: es un acto indigno de la humanidad… 
¡Señoras, tan lindas señoras! No me odien así. Ustedes no me conocen, ni yo jamás les he hecho daño alguno... ¡sólo el existir! ¡Bien podría ser el hijito de una de ustedes! No repitan más que mi madre es la dueña absoluta de todo lo que hay en su cuerpo; sí lo es, excepto de mí “que no soy un aditamento molesto, que debe ser eliminado…” y enviado putrefacto a la basura. “Yo no soy parte del cuerpo de mi madre y ella ni nadie tiene el poder absoluto sobre mi persona para asesinarme.
Yo soy OTRA PERSONA, OBRA DE DIOS, por ÉL SOY y EXISTO, y A ÉL he de volver”; ¡esta madre mía es solo el receptáculo milagroso que Dios escogió para que yo me nutriera y finalmente naciera a la vida a cumplir sus planes! ¡Porque cada madre está adornada de todas las gracias, al llevar en su seno una criatura de Dios! La pregunta vital es: ¿para qué estoy yo aquí?, ¿cuáles son las intenciones de Dios conmigo? ¡Qué triste que la gente inteligente, racional y con conocimientos, emborrachada en pasiones irracionales nieguen la verdad del portento de Dios al crear LA VIDA! Todas las madres engendradas, no importa cómo o bajo qué actos, están cumpliendo la voluntad de Dios, insertadas en el plan grandioso del Señor, el Creador de todo el universo; planes en los cuales, ni en lo más dilatado de nuestros sueños podríamos ni tan siquiera pisar sus umbrales.
Busquen a las nobles y buenas señoras de CONANI. Pregúntenles a ellas si están dispuestas a defenderme y cuidarme amorosamente, para que yo no muera… ¡Ah, y por favor llamen a doña Candy de Medina, nuestra linda y misericordiosa Primera Dama! ¡Pregúntenle por mí! Ella ama a todos los niños, además ella es muy buena psicóloga y estoy seguro que impedirá mi muerte… A lo mejor ella podría diseñar lo que se llamaría, “Banco de niños para ser adoptados y amados”. Saben, en los helados países del norte de la tierra y en muchas otras naciones del mundo, las demografías de sus pobladores está bajando peligrosa y vertiginosamente; allí nos podrían adoptar a todos para impedir nuestras muertes… 
¡Por favor, por favor, no nos maten…! Llamen también a doña Consuelo Despradel. Ella es valiente, noble y decidida; ella tiene tres nietecitos, trillizos, además de sus hijos; ella podrá decirles de la dulzura, de la alegre esperanza y de las ilusiones de vida que damos los niños. ¡Que hable de nosotros tempranito en su programa…! 
A veces, hablamos de nuestros pecados y de nuestras culpas, como si fuera algo distinto de nosotros, pero este pecado, esta falta tan bárbara de quitarme mi pobrecita y pequeñita vida, es el más grave y contrario a la ley de Dios, y hace irremediablemente corresponsables de él, a toda la humanidad, de estos crímenes monstruosos, impensables e imperdonables, porque a mí jamás se me oyó defenderme, pues aún no tengo voz, sólo gemidos; a mí no se me juzgó en los tribunales civiles de los hombres, ni en el Tribunal Internacional Penal de La Haya, ni en el Tribunal Penal Internacional Capítulo de Roma, ni en el Tribunal Interamericano de Defensa de los Derechos Humanos, ni el Juez Garzón, fiscal justiciero e internacionalista me anda buscando, ni en la recopilación de los Derechos Humanos de Tratados, Leyes, Decretos y Reglamentos de nuestra Patria, se encuentran consignados mis delitos, que me merezcan esta crudelísima forma de morir; y mucho menos he asistido a algún tribunal de alzada, para fijar mi apelación...
¿O será tal vez que me juzgarán “in situ” como lo hicieron con los criminales de guerra nazi y todos los demás criminales… ya que no encuentran para mí una jurisdicción competente Ad-Hoc… ¡De que serviría “La Convención de los Derechos del Niño” del 20 de noviembre de 1989, en la cual todos los Estados-Partes del mundo nos amparaban en todos los sentidos! ¡Ya estaremos muertos todos si violan el “Derecho a vivir”, fundamental para que existan todos los niños del mundo…! Miren también en los Reglamentos del Derecho Humanitario aplicable a combatientes y soldados en guerra, donde según la Convención de Ginebra ¡un soldado herido no se puede fusilar…! Aplíquenme ese a mí también... ¡mi pequeño corazón está herido en pedazos por el terror! ¡No descuarticen mi cuerpo tan cruelmente! ¡Soy un hombre, y lo menos que merezco es morir con dignidad! O llamen a la Cruz Roja Internacional o a la Media Luna Roja del Islam, para que me ubiquen en los campamentos de los refugiados y de los desplazados del mundo.
¡Por nuestro Divino Señor Jesús- Crucificado! ¡No me quiten la vida…! ¡Quiero vivir! ¡No quiero morir despedazado o envenenado…! ¡Tengo miedo…! ¡Quiero ver el esplendor refulgente del sol, a la plateada luna, a las fulgurantes estrellas; quiero bañarme en las cantarinas olas del mar! Quiero que me amen, que me abracen, que me añoñen; saborear un caramelo, tener un perrito; quiero ir a la escuela. Seré un niño muy bueno, obediente y estudioso. ¡¡No me asesinen…! ¡Por amor a Dios…! ¡Quiero ser bautizado! ¡Quiero hacer mi Primera Comunión... o que los Padres que van a sus hermosos servicios de cultos nos lleven a sus Iglesias a cantar alabanzas al Creador…! ¡Protéjanme sacerdotes, pastores, hombres y mujeres de Iglesias: somos también Hijos de Dios…! Llamen a Osvaldo Santana, Miguel Franjul, a Pepín Corripio y a Adriano Miguel Tejada... Ellos son padres y abuelos varias veces, defensores con gran valor de las mejores causas dominicanas. Que tiñan de rojo los editoriales de sus nobles periódicos. ¡Que señalen con sus inteligentes plumas las más hondas protestas por nuestros asesinatos!... e infórmenselo también a Julito Hazim: él es muy bueno y muy noble y ¡es un gran médico! Él podrá explicarles a todos los inmensos dolores y el martirio sin nombre de mi muerte por aborto… Señores legisladores: Tribunos hacedores de las leyes de nuestra Patria: ¡Por favor, dejadme vivir, que Dios así lo dispuso! ¡Piensen en una pobrecita jovencita de Nazareth, vilipendiada, calumniada; desacreditada ante los suyos y ante su pueblo. ¡¿Qué hubiera sido de la redención de la humanidad, si nuestra Madre María Santísima, Madre de Dios y de todos los hombres, hubiese, avergonzada por las calumnias y las murmuraciones, decidido la muerte por aborto de Nuestro Amadísimo Jesús?! 
Señoras lindas, preciosas: si quieren, piénsenlo, pueden adoptarme: les prometo que seré el más obediente y amoroso de los hijos del mundo y siempre me portaré muy bien; sólo les daré alegrías y sonrisas y motivos de orgullo con mis estudios; y les cuidaré con inmensa ternura en su ancianidad… Madre mía, cuyo rostro amado aún no he visto, antes de tomar la fatídica decisión de asesinarme, permítete con un sonograma escuchar los latidos de mi corazoncito sufriente, de la sangre que bulle en mis venas, ¡¡alterada por el miedo y el terror…!! 
Quisiera tanto, tanto, tanto dormirme acurrucadito en tu pecho y que tú me acaricies envuelto en un tibio abrazo: ¡Oh! Cuánto lo he soñado madrecita mía. ¿Quién me querría en este mundo así como debes de quererme tú? Qué frío tengo... ¡es el miedo que me arropa…!
 Pienso que tal vez podría ser un ingeniero, y hacer casas muy lindas y puentes que unan a los pueblos; o un médico para cuidarte y atenderte y curar a todo el mundo; o tal vez un sacerdote, soldado de Cristo, consolador de las debilidades humanas y que lleve por toda las tierra las virtudes teologales de la Fe, la Esperanza y la Caridad y la paz entre todos los hombres… 
Nos han dicho que la madre que mata a sus hijos, oirá por la eternidad los gritos de dolor aterradores de su criatura asesinada… No madre, no... no me hagas eso a mí… Porque la vida será siempre mil veces más poderosa que la muerte; porque la vida está ordenada al bien inmarcesible e infinito, y al fin último y escatológico que es Dios… 
Jesús, que fuiste un niñito cuando naciste en Belén y te libraste de las huestes asesinas del Rey Herodes: ¡mándame a mi Santo Ángel de la Guarda, para que me esconda y me libre de esas cuchillas mortales… yo quiero despertarme en los brazos amorosos de mi madre, y jamás sentir este hierro frío y cortante que hiere raspando y mordiendo mi cuerpecito para deshacer mis piernitas, mis ojitos y mi cabecita… ¡Padrecito Jesús protégeme! ¡En tus manos encomiendo mi pequeñita vida y mi almita que sólo te tiene a Ti y por Ti suspira… ¡Cuídame y defiéndeme Padrecito, Bueno…! ¡Qué miedo tengo Padrecito mío, protégeme y defiéndeme que mi único refugio eres Tú…! 
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